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IDEARIO

Mons. Rogelio Montenegro Quiroz

Ideario Mons. Rogelio Montenegro Quiroz
Ideario Mons. Rogelio Montenegro Quiroz

Ideario

Como director de dos Instituciones Académicas y Teológicas que comprenden la redondez del empeño formativo en las áreas doctrinal, espiritual y pastoral, es natural que me preocupe por informar a los alumnos hacia donde va la barca. Tengo que señalar los horizontes de la empresa, ya sean largos o cortos, para que los viajeros lleven el alma despierta, calculen sus vituallas y midan sus vigores.

Pues los objetivos son bien claros: escrutar la voluntad divina en el estudio serio y silencioso de la Palabra y vivir intensamente los Sacramentos, como respuesta diaria a la vocación, comprometidos con una alianza mediante los rituales del bautismo. Esto supone una cierta inquietud de radares abiertos, que nos acorralan mediante nuestras búsquedas sinceras en torno a la sustancialidad de nuestras interrogantes. Se da por hecho también la inscripción a las disciplinas de una escuela mediante la cual me he convertido en alumno que lleva a cabo tareas en casa, asistencias y desde luego un presupuesto básico de la organización de mi tiempo. Este compromiso no debe romper mis tranquilidades y debe asegurarme resultados; supone algunos gastos que también ya están en la bitácora de mis proyectos y la sorpresa siempre abierta que se engendra en el camino, porque nadie se embarca con la seguridad total de sus acciones.

Pero por encima de todo, ser alumno comprende una disposición humilde para dejarme conducir, sin la cual, los nuevos conocimientos no van a encontrar acogida y se quedarán en los niveles superficiales de la información, sin ejercer vitalmente en mis disposiciones personales. Pues como adulto que soy corro el riesgo de mantener mis cosmovisiones al margen de la emoción y del compromiso y por lo tanto, lejos de los verdaderos alcances del Evangelio. Los fariseos conocían la Palabra y la predicaban a los demás, pero nunca empeñaron la propia existencia.

A Picar Piedra significa pues, enfrentarse a la propia lejanía de la cosas del espíritu, al desorden indisciplinado de mis agendas, a la movilidad quinestésica de mis fugas, pero también al reclamo añejo de mi alma al asirse a algo trascendente y perenne, que explique mi paso por este mundo. No es fácil, como tampoco lo es la tarea diaria de los canteros cuyos cinceles rebotan en al corteza pétrea de sus empeños. No es fácil inspeccionar dentro, es un quehacer ajeno a las grandes masas, para quienes tienen demasiado comprometidos los sentidos con la pesadez material de lo palpable, para quien se ha ido comiendo a gajos el placer pasajero de sus fiestas sensoriales.

Los reclamos del alma vienen de dentro, son espejos abiertos a la cambiante y caleidoscópica realidad que nos entorna y nos sujeta desde afuera. Dialéctica de la materia y el espíritu, oropeles frente a la avidez inmediata de mi piel, ofertas que inclinan la balanza y me prometen apagar momentáneamente la honda sed que nace allá dentro, la que reclama, protesta y espera también satisfactores. Me refiero a la que callamos apagando los poros de sus gritos, la que distraemos con viajes, fiestas y pasatiempos, a la que abrimos bocinas de los ruidos para soslayar sus impertinencias.

Los calendarios siempre protegen la reflexión, ayudan a contar los círculos del tallo y las traslaciones de la tierra alrededor del sol, también señalan las hojas amarillas del otoño y los pliegues irreversibles de los rostros humanos. Los inicios del año son tiempos propicios para refrendar intentos y reforzar propósitos para clavar la mirada en el horizonte, aligerar el paso y el ritmo de la vida acortando distancias.

A Picar Piedra significa empezar por hacernos algunas preguntas: ¿hemos ido dulcificando el alma, desmontando acústicos y añejos rencores? ¿logramos escuchar la metáfora de la mejilla, entendiendo y perdonando agravios? Y absolviendo generosamente las ofensa? ¿hemos analizado las tendencias y lijado la patina de nuestras manías? ¿conozco los eslabones de mis cadenas y doy escrupulosamente a cada quien lo que le corresponde? ¿he ordenado el fragor de mis pasiones viviendo su dimensión de amor y de respeto? ¿amo la luz de verdad y me deleito en la pureza cristalina su vivencia?. Toda esta precipitación de interrogantes me nacen desde la decisión fundamental de vivir el gran valor que se ha ido propagando cada día en los yunques de mis laberintos interiores.

A Picar Piedra es también una familiar convocatoria a descubrir al otro como presupuesto indispensable de mi definición y de mi búsqueda. La convivencia es el destina de ser hombre y las relaciones suponen responsabilidades y servicios mutuos ineludibles. Las atenciones con los otros se dan en una amplia gama de niveles, desde la urbanidad periférica de atenciones mínimas, hasta el compromiso de servicio perpetuo que se promete y se celebra en rituales sociales que se marcan la existencia misma.

Cuando se pertenece a una organización teologica como: Camino, Verdad y Vida, que se pretende instruir y crear disposiciones para refrendar el mas serio de los convenios contraidos, como es el del bautismo, brota por su propia energía la dimensión social que alcanza la pluridimensionalidad realidad humana. Cuando fuimos bautizados iniciamos nuestra pertenencia a la asamblea eclesial creada por el mismo Jesús y desde entonces la membresía nos empuja a unos y otros, para que nos vayamos dispensando las espiritualidades, riquezas patrimoniales, de acuerdo a los carismas y ministerios intracomunitarios.

A Picar Piedra es mi invitación a levantar el vuelo, a abandonar las crisálidas para ejercer desde la propia vivencia el servicio indispensable, a reproducir mediante una entrega apostólica y generosa, la propia plenitud en otros corazones. Es aceptar el duro reto de ir mas allá de las propias fronteras a predicar la Palabra, a mostrar el camino, a asesorar las inquietudes para que ellos también comprueben la sabrosura de DIOS, e inicien a la vez el proceso de transformación personal. No es fácil, hay quienes no entienden la locura y te dan con la puerta en la cara; otros mas educados te dicen cortésmente que lo van a pensar, y algunos mas te oyen, pero el Verbo Divino rebota o se pierde entre el embrollo de sus preocupaciones. La sonrisa indulgente, el entrecejo interrogante, las burlas y a veces la violencia, son partes indispensables del menú cotidiano de la incomprensión y de la indiferencia. A Picar Piedra será siempre el aguijón de la seguridad, el banderín de las reciedumbres y el gozo prometido a los bienaventurados.